5 de agosto de 2009

¿Hay alguien ahí?



¿Qué nos dice una mirada bovina? Probablemente poco; habrá quienes, en una suerte de impulso pavloviano vean tan sólo un filete. Otros observarán un semblante opaco, apenas expresivo, del cual extraerán la idea de un ser emocionalmente amorfo. Si además pensamos en sus monótonos y aparentemente anodinos hábitos de comportamiento (pastar-descansar) ya tenemos todos los ingredientes para clasificar a una vaca como un ser apático,plano, escasamente interesante e incluso poco interesado en su propia existencia. Y a partir de aquí es fácil caer en la tentación de considerarla como poco más que una gran fuente de carne y/o leche.Porque su gran maldición es que su inexpresivo aspecto y apacible carácter la convierten en un animal altamente "cosificable", un error de bulto que responde a un descarado interés (el de explotarla a nuestro antojo) y que por otra parte obedece a un pecado de antropomorfismo frecuente entre los humanos: desde tiempo inmemorial -véanse las prácticas totémicas- hemos tendido a ensalzar las cualidades animales admirables para el ser humano, mientras que hemos despreciado a aquellos animales carentes de ellas. Por eso se reverencia el "coraje" del león, la fuerza del toro,la "inteligencia" del elefante, la "fidelidad" en el perro, la, digamos, "dignidad" del águila....pero apenas encontramos en la vaca un valor en el que quisiéramos vernos reflejados.De esta manera, tanto por interés como por este tipo de criterios antropomórficos, se jerarquiza el valor de las distintas especies de una manera tan arbitraria como injusta, pues se desdeña completamente una característica objetiva común a todas las especies: su interés por vivir

Y el caso es que, recién llegado de la granja santuario de California ,tras haber tenido el privilegio de interactuar con varios de sus residentes, me duele especialmente esta ínfima consideración que se tiene a los denominados "animales de granja". Allí pude observar que, lejos de la imagen abúlica e indolente que nuestra sociedad proyecta sobre estos animales, era evidente que cada vaca, cada cabra, cada cerdo poseía unos rasgos propios, una individualidad en suma, así como una disposición particular hacia los visitantes humanos que se acercaban a ellos. En el caso de los bóvidos, por ejemplo, había individuos amistosos, algunos incluso entusiastas - a juzgar por los briosos lametones que nos "propinaron"-, mientras que otros nos demostraron una total indiferencia , cuando no hostilidad desde la distancia. También me impresionó el carácter amistoso de las cabras, visiblemente alborozadas por tener la oportunidad de jugar con humanos, que frecuentemente expresaban a base de suaves empellones

Sí , definitivamente en esos seres hay "alguien" y no "algo", como pretenden hacernos creer quienes tienen intereses comerciales en su salvaje explotación. Es maravilloso sentir el pálpito de un deseo de vivir gozoso, puro, desprovisto de trampas ni artificios. Emociona asistir a una escena en la que la vida no queda ahogada ni desvirtuada por espurios intereses humanos. Y conmueve observar a esta exigua muestra de seres afortunados,en brutal contraste con millones de congéneres suyos que languidecen y se pudren hacinados en pabellones de engorde y exterminio donde son exprimidos sin piedad; este díptico tan dispar expone de forma descarnada por un lado el crimen que la especie humana ha venido perpetrando contra la dignidad de la vida animal, y por el otro muestra cómo deberían ser las cosas en un mundo donde los conceptos de respeto, empatía y justicia no quedaran circunscritos a nuestra propia especie. Urge una reevaluación del lugar del ser humano con respecto a su entorno; se impone la superación crítica de la mentalidad social imperante que ve cosas donde hay animales sensibles. Ojalá algún día la gente mire a una vaca a los ojos y vea a "alguien" y no "algo". Merece la pena luchar por ello.

3 comentarios:

sujal dijo...

¡Espléndido erfoud!

bruma dijo...

Cuánta razón tienes!!! Yo nunca he pensado que las vacas fueran seres tontos como casi toda la gente cree.
No sé por qué siempre me he visto en mi jubilación acompañada por una vaca llamada Flora, de verdad, lo pienso desde hace años, cuando comía Floras y ahora no puedo entender cómo no lo vi antes más claro...
¡Bravo Erfoud, el pollito valiente!

Anca Balaj dijo...

El caso es que yo siempre me he sentido impresionada por la mirada de los bovinos, incluso cuando todavía me los comía. Tienen paz. O dan paz, no lo sé. Es de las miradas más tiernas que ha diseñado la naturaleza.

Sí, merece la pena luchar por ello, aunque todavía sea cosa de locos. Pero yo estoy convencida de que un día todo esto cambiará.