28 de octubre de 2008

Mi animalismo



Estoy convencido de que cada vez que hablo de mi sentimiento animalista, mi interlocutor me convierte en una caricatura. Y ante su mueca de estupor, casi tengo que palparme la cabeza para comprobar que no me han crecido repentinamente antenas de alienígena venusiano. Y es que la idea del animalismo es un concepto tan misterioso , desconocido y ajeno para la mayoría de la gente, que prejuicios y distorsiones de todo tipo se vierten sobre quien confiesa tal desorden mental. Creo, pues, necesario clarificar en la medida de lo posible en qué consiste mi idea de la defensa animal, si bien reconozco mostrarme bastante escéptico sobre el éxito de este intento: hoy en día apenas pesan los razonamientos ;en lo que cabe calificar como un puro acto de fe, son las opiniones mayoritarias, por el mero hecho de serlo, las que apisonan todo esfuerzo argumentativo proveniente de un grupo minoritario; da igual cuántos datos, estudios o estadísticas se ofrezcan, la gente prefiere refugiarse en la seguridad del “si todos lo hacen, por algo será”, abdicando así de algo tan básico como la autonomía del juicio. En fin, ellos se lo pierden…
Lo primero que hay que precisar sobre mi animalismo es que no se trata de subvertir los valores; no pretendo degradar al ser humano y encumbrar a los búhos a las universidades, a los leones a los ayuntamientos ni a las raposas a los consejos de administración de empresas, como quieren hacer ver quienes desean desacreditarnos haciendo de nuestros ideales un ridículo esperpento . El animalismo es un movimiento de adición (así como una adicción, como lo suelen ser las causas de índole ética…); todos los animales, y no sólo nuestra especie junto con aquéllas a las que hemos convertido arbitrariamente en amigos privilegiados , tienen derecho a una dignidad que les ha sido arrebatada. Por ello, aspiramos a devolver a los miles de millones de animales rebajados a objetos de consumo la condición que les es propia: las gallinas, en lugar de malvivir hacinadas, inmóviles en hediondos pabellones , deberían desarrollar sus capacidades de relación (son animales sociables)y de movimiento ; en suma , deberían experimentar la vida. Y lo mismo es aplicable a los cerdos, vacas, pavos, visones y muchas otras especies. Si retomamos la aristotélica división tripartita de la vida en nutritiva (vegetal), sensitiva (animal) e intelectiva (humana), es de justicia procurar que todos los animales disfruten de la vida sensitiva que les corresponde, en lugar de la nutritiva (fábricas de engorde) a la que se ven confinados.
Pero esto no es sino el nivel más embrionario del animalismo; es necesario profundizar bastante más.

Mi decidida militancia descansa sobre tres pilares que considero fundamentales e irrefutables.
-Uno: afirmar de forma categórica la capacidad de todo animal (excluyendo acaso a los espongiarios y similares, catalogados como “parazoos”) de experimentar sensaciones de muy diversa índole, en función de las características y del grado de complejidad de cada especie. En cualquier caso, todos los animales en sentido pleno compartimos la posesión de un sistema nervioso que nos informa sobre la naturaleza del mundo y nos provee de sublimes instrumentos para desenvolvernos en él. Claro que el animalismo presta especial atención a las sensaciones de dolor y de placer, por cierto,cualidades particularmente desarrolladas en la mayoría de las especies que consumimos. No son precisamente los anélidos o cnidarios los que forman parte de nuestra dieta carnívora, sino mamíferos, peces, y aves, todos ellos dotados de una rica y compleja sensibilidad , quienes conforman el grueso de la carne consumida por los humanos.
Y es esta sensibilidad la que lleva a los animales a tener intereses (me refiero a intereses activos, no los meramente pasivos, como los nutritivos propios del reino vegetal), deseos, preferencias, que les impele a establecer toda una red de relaciones con sus congéneres y con su mundo circundante. Sospecho que quienes sean ajenos al animalismo se sentirán algo incómodos al leer esto –como bien observó Darwin: “no nos gusta considerar como iguales a quienes hemos hecho nuestros esclavos”- , ya que preferirían pensar en los animales no humanos como simples máquinas biológicas, movidas por impulsos mecánicos y desprovistos de nada semejante a una mente. Si así fuera, no habrían de sentir el menor remordimiento cada vez que hincaran el tenedor en el tierno cuerpo muerto que yace en sus platos. El autoengaño suele servir de magnífica coartada para así satisfacer nuestros propósitos egoístas. Afortunadamente, los progresos en fisiología, neurología y etología han proporcionado pruebas lo bastante contundentes como para desmontar toda pretensión neocartesiana.

-Dos: abrir los ojos ante lo que propiamente puede calificarse de monumental y contumaz holocausto animal, especialmente cuando, a partir del comienzo del SXX, en un proceso inmerso en la revolución tecnológica moderna, se dio paso a la producción industrial de carne, una eficiente maquinaria de convertir el cereal en proteína animal.(Véase, por ejemplo, la detallada exposición de tal proceso en “The Omnivore´s dilemma”, de Michael Pollan) Aquí cobra especial sentido la sentencia de Schopenhauer: “El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”. Las cifras de la matanza son mareantes: Jean Baptiste Jeangène Vilmer, en su reciente libro “Èthique animale” ofrece una cantidad de cincuenta y tres mil millones de animales (53.000.000.000) consumidos anualmente por ese Juggernaut en que se ha convertido nuestra especie (¡homo esophagus colossus!) Se ha calculado que sólo en España se liquidan 1.850.000 pollos ¡al día! Y recordemos una vez más que detrás de cada unidad se halla un individuo dotado de complejas emociones , sentimientos e intereses. Recomiendo encarecidamente la lectura del maravilloso libro “the pig who sang to the moon” , de Jeffrey Moussaieff Masson -desgraciadamente no traducido al español; esa temática no parece interesar…-, donde podemos sorprendernos de la rica vida emocional de esas especies percibidas por la gente como mero alimento.

Pero los dos argumentos ya expuestos no bastan para rematar la causa animalista. Es necesario el tercer pilar
-Tres: Pero ¿y si no tenemos más remedio que consumir alimentos de origen animal? En este caso el edificio argumental animalista se derrumbaría sin remedio, pues nuestra supervivencia se antepondría a cualquier actitud de compasión hacia nuestras potenciales víctimas, de la misma manera que el león -la leona, propiamente; son ellas quienes cazan- no puede permitirse el lujo de compadecerse de un ñu… Por decirlo de forma sencilla, todo “deber” ha de estar supeditado a un “poder”; la ética se pliega humildemente ante la perentoria necesidad. De modo que hay que preguntarse seriamente si el consumo de animales nos es necesario. Y aquí parece que procede presentar toda una batería de datos y estudios que demuestren que, efectivamente, nuestra especie en absoluto requiere de alimentos de origen animal para sobrevivir. En realidad, me limitaré a recomendar la visita a los numerosos sitios en internet dedicados al tema de la nutrición vegana, entre otros:
www.vegansociety.com/food/nutrition
www.veganhealth.org/sh
www.pcrm.org/health/veginfo/index.html (¡médicos!)
www.nomilk.com (expone lo que no se dice sobre los lácteos)
www.vegfamily.com (familias veganas, nutrición infantil, etc)
www.eatright.org/cps/rde/xchg/ada/hs.xsl/nutrition_5105_ENU_HTML.htm (obtenido de la ADA Asociación de Dietistas Americanos, por si se sospecha de la objetividad de las webs anteriores)
Unas cuantas en español:
www.vegetarianismo.net/nutricion
Unión Vegetariana Internacional
www.wikivegan.org/index.php5?title=Pirámide_de_nutrición_vegana
o, por supuesto, la información dedicada a la nutrición en mi apreciado foro:
www.forovegetariano.org/foro/index.php



En fin, la cantidad de información es apabullante. Creo que hace falta ser todo un fanático de la dieta carnívora como para negar que la alimentación vegana resulta plenamente satisfactoria para el ser humano. Y en último término, acudiendo a un recurso empírico básico, no hay más que observar a quienes practicamos el veganismo y decidir si se nos ve famélicos, demacrados macilentos y enfermizos. Todos los estudios estadísticos realizados tanto sobre calidad como esperanza de vida arrojan resultados favorables hacia las dietas vegetarianas.(estudios actuales, claro está. Los caóticos experimentos veganos adoptados por ciertas comunidades hippies en los años 60-70 no pueden contar, habida cuenta de su suicida falta de variedad y nula planificación) Creo que más bien han de ser los carnívoros habituales quienes deben preocuparse por la inquietante lista de enfermedades asociadas a la ingesta de proteínas animales, desde las de tipo cardiovascular hasta diversos tipos de cáncer, pasando por las alergias, diabetes, y otros muchos males que sería prolijo enumerar aquí.
La conclusión que debe extraerse de este tercer punto me parece estremecedora: el consumo de carne no se debe a razones de necesidad, sino simplemente a la suma del placer y la costumbre. Nada más. Es terrible pensar que nuestra sociedad está dispuesta a sacrificar una innumerable cantidad de vidas, a montar descomunales pabellones de rápido engorde y exterminación de seres inocentes para dar satisfacción a nuestras sibaríticas papilas gustativas. “Un país, una civilización se puede juzgar por el modo en que trata a los animales” escribió Gandhi; pues sospecho que salimos bastante malparados de este juicio. Claro que no ha lugar a tal juicio, cuando el crimen se mantiene oculto; y esto es lo que nuestra sociedad, por medio de los poderes públicos, del sistema educativo, de la inestimable colaboración de los medios de comunicación, se afana en lograr, con notable eficiencia, por cierto. “Ojos que no ven, corazón que no siente” Y ciertamente es poca la gente que conoce las cloacas de la producción carnívora…y mucha menos la que está dispuesta a enfrentarse a sus propios demonios. Mejor mirar hacia otro lado, que uno corre el riesgo de aborrecer de lo que averigüe, y de verse forzado a cambiar…

Recapitulando, mi base argumental para declararme animalista descansa sobre la siguiente posición: soy consciente de las capacidades sensitivas de los animales, de las dimensiones de la explotación de que son objeto, y de que su consumo es hoy en día (en el 1er Mundo, al menos) completamente superfluo. En consecuencia, la renuncia a dicho consumo constituye para mí un deber ético elemental

Y con esto me basta; creo innecesario e incluso contraproducente enredarse en discusiones fútiles que a nada conducen. Y conste que mi veganismo no me convierte en un santurrón, un iluminado, ni me confiere una presunción de superioridad sobre los demás ( venablos que suelen arrojarnos quienes se muestran molestos ante nuestra postura; no dejan de ser burdos ataques ad hominem , arteras maniobras de diversión , muestras de impotencia ante nuestro sólido edificio argumental) Tampoco considero que el veganismo suponga una renuncia o sacrificio extraordinario, puesto que la amplia variedad y cantidad de ingredientes y recetas a nuestra disposición nos permite disfrutar plenamente de este tipo de dieta; tan sólo hay que estar dispuesto a experimentar y a dejar seducirse por un nuevo y fascinante abanico de productos. El paladar humano resulta ser extremadamente maleable , adaptable, de modo que en cuanto ciertos sabores quedan apartados, otros vienen a ocupar su lugar sin mayores trastornos. Una vez superados los recelos iniciales a probar este nuevo universo de texturas y sabores (de los que el multiusos seitán, las hamburguesas vegetales, los helados sin leche, los nuggets de “pollo”, los patés vegetales, los diversos “quesos” vegetales www.buteisland.com , los palitos de “pescado” no son sino unos pocos ejemplos de una larga lista de muy logrados sustitutivos de sus cruentas contrapartidas), uno puede prepararse a gozar plenamente de un estilo gastronómico saludable y satisfactorio.

No he olvidado que toda la exposición anterior se ha centrado en el ámbito alimentario, cuando el animalismo vegano trasciende con mucho este aspecto y lucha por desterrar todo empleo de animales en la vestimenta, en el entretenimiento y en la experimentación (vivisección). Sé que el no cubrir estos frentes, que tanto sufrimiento y muertes inútiles producen, amputa todo discurso animalista coherente. Supongo que en posteriores entradas tendré oportunidad de abordarlos detenidamente

Por último me interesa precisar que el animalismo no está motivado por el amor que sus partidarios sientan por los animales, sino por una simple cuestión de justicia hacia ellos. Al igual que hay cantidad de personas no animalistas que dicen amar a los animales (algo que por otra parte suena oximorónico: si los aman, no debieran consumirlos por placer) también es posible, aunque no frecuente, que a un animalista no le gusten ni se sienta atraído por ellos. A modo de comparación, pensemos en alguien a quien no le gustan los niños; es más, quizás hasta le resulten molestos y agobiantes, lo que no obsta para que , por pura justicia, haga todo lo posible por evitar todo maltrato y explotación hacia ellos. ¿No es este caso perfectamente aplicable a nuestros sentimientos hacia los animales? Indudablemente, lo es.
En consecuencia, el animalismo ha de relacionarse con la ética y no con la simpatía o antipatía que los animales susciten en nosotros. Y hay que felicitarse de que cada vez más Facultades de filosofía hayan abierto departamentos dedicados a la ética animal, lo que constituye un esperanzador signo de que, al igual que otras causas éticas fueron antaño minoritarias y hoy son ampliamente aceptadas, nuestra especie vaya abriendo progresivamente su círculo de compasión y sentido de la justicia, hasta llegar a aplicarlos hasta sus últimos confines. Claro que uno no es tan inocente como para hacerse ilusiones de que vaya a vivir tal situación; el camino es largo y tortuoso, y es necesario un enorme cambio en la mentalidad colectiva para que el sueño llegue a cristalizar. En todo caso, me conformo con ver firmemente plantadas las semillas de la Liberación Animal y en contribuir modestamente a su factibilidad.
No creo en la reencarnación; sólo disponemos de una vida , preciada e irrepetible. Y por eso me uno a la idea de Nietzsche cuando, ante la ausencia de toda deidad, exhortaba a cada ser humano a hacer de nuestra fugaz existencia una obra maestra. Y el animalismo no deja de ser una llamada a tratar de erradicar las tendencias tanáticas presentes en nuestra naturaleza y apostar por un ser humano libre de sufrimiento y de crueldad

26 de octubre de 2008

Una lección de shylock


 







El sublime Shakespeare puso la siguiente reflexión en boca de Shylock, en "El mercader de Venecia"

SOY JUDÍO
¿ACASO UN JUDÍO NO TIENE OJOS?
¿NO TIENE UN JUDÍO MANOS, ÓRGANOS, DIMENSIONES, SENTIDOS, AFECCIONES, PASIONES?
¿ALIMENTADO CON LA MISMA COMIDA
HERIDO CON LAS MISMAS ARMAS
SUJETO A LAS MISMAS ENFERMEDADES
CURADO POR LOS MISMOS MEDIOS
CALENTADO Y ENFRIADO POR EL MISMO INVIERNO Y VERANO
QUE UN CRISTIANO?
SI NOS PINCHÁIS, ¿NO SANGRAMOS?
SI NOS HACÉIS COSQUILLAS, ¿NO NOS REIMOS?
SI NOS ENVENENÁIS, ¿NO MORIMOS?
Y SI NOS HACÉIS MAL, ¿NO NOS VENGAREMOS?

(I´m a jew. Hath not a jew eyes? Hath not a jew hands, organs, dimensions, senses, affections, passions? Fed with the same food, hurt by the same weapons, subject to the same diseases, healed by the same means, warmed and cooled by the same winter and summer as a Christian is? If you prick us, do we not bleed? If you tickle us, do we not laugh? If you poison us, do we not die? And if you wrong us, shall we not revenge?)

Es difícil encontrar un argumento más hermoso y contundente contra los racismos, sexismos y especismos pretéritos, presentes o futuros. Cámbiese "judío" por "negro", "mujer", o "cerdo", y produce el mismo efecto: todo ser susceptible de disfrutar y sufrir merece una consideración, tiene una dignidad básica, y todo maltrato supone un mal, un atentado hacia quienes no son iguales a nosotros, siendo no obstante nuestros compañeros en este viaje (teóricamente) apasionante llamado vida

Creo que este vibrante monólogo merecería ser utilizado por las distintas organizaciones que reivindiquen derechos tanto para los humanos discriminados como para los animales no humanos convertidos en cosas.

23 de octubre de 2008

Dieta carnívora: de la cuna a la tumba


La mala educaciónTodo comenzó a los pocos meses de vida ,cuando te dieron tus primeros potitos con ternera, con salmón... Después, con tus primeros dientes de leche, cataste el jamón de york por primera vez. A partir de aquí, unos trocitos de blando pescado por aquí, una carne picadita por allá…y así, imperceptiblemente, fueron introduciéndote en la agradable dieta carnívora. Más tarde, ya en el cole, te preparaban el consabido bocata de salchichón o de chorizo, que devorabas con avidez. Ya para entonces dabas buena cuenta de una ración diaria de carne o pescado y, si te portabas bien, te obsequiaban con un happy menu en Mc Donalds. El mensaje: ¡comer hamburguesas es guay!

Con el tiempo llegaste a identificar todo festejo con carnes, pescado o marisco. No era concebible una cena de Nochebuena o de San Sebastián sin un “buen” besugo o solomillo .Sin darte cuenta, de una forma natural y necesaria, ya habías quedado prácticamente “sellado” como carnívoro. Y no veías contradicción alguna en amar a tu perro o a tus pececitos de colores y al mismo tiempo ingerir proteínas animales sin descanso.
Ya de adolescente conociste a un tipo raro: un vegetariano. El sujeto contaba que la dieta carnívora no es ni necesaria, ni sana , ni ética, ni siquiera respetuosa con el medio ambiente ni con el Tercer Mundo. No le hiciste caso; en realidad, no llegaste a considerar sus razones seriamente. Después de todo, ya era tarde para que socavara unos hábitos adquiridos durante tantos años. Ya lo dice el refrán: “es más fácil cambiar de religión que de dieta”….por cruel que ésta resulte.

Las fronteras de la empatía


A lo largo de su mandato como comandante de Auschwitz, Rudolf Hoess mostró un comportamiento de lo más bipolar: mientras que fuera del Campo era considerado como un hombre ejemplar, un padre modélico y un dechado de amabilidad y consideración hacia sus conciudadanos, apenas se incorporaba a su centro de trabajo transmutaba en la bestia insensible y despiadada que le llevaría a vincular su nombre a la infamia genocida.

L. Frank Baum es recordado por su inmortal cuento infantil "El Mago de Oz", así como por ser el autor de otros muchos libros para niños. No lo será por otros escritos menos encantadores: "la nobleza de los Pieles Rojas está extinguida, y los pocos que quedan son una manada de chuchos gimientes que lamen la mano que les golpea. Los Blancos, por la ley de la conquista, por la justicia de la civilización, se han adueñado del continente Americano y la mejor manera de asegurar sus fronteras es aniquilando a los Indios restantes" Y tras la masacre de Wounded Knee, Baum escribió: "Haremos bien , en aras de proteger nuestra civilización, en eliminar a estas indomadas criaturas de la superficie de la tierra" (Fuente:Eternal Treblinka, de Charles Patterson)

Y es ante casos como los aquí mostrados, en absoluto excepcionales, que uno no puede evitar preguntarse cuál es ese extraño mecanismo que hace que el sentimiento de empatía se active y desactive de una forma tan aparentemente arbitraria y radical. Y es que el concepto de empatía se me antoja sumamente esquivo y resbaladizo, hasta el punto de que parece entrar de lleno en ese complicado mundo que denominamos "relativismo moral": ciertas categorías de seres son catalogadas como dignas de empatía, mientras que otras son completamente excluidas de tal consideración. Y ante esto, conviene averiguar cuáles son los elementos que hacen que se produzca tal disparidad. Veámoslo.

En primer lugar hay que dejar claro que para que se produzca un sentimiento de empatía es necesario que el sujeto con el que empatizar sea susceptible de sufrir "Pathos", esto es: «todo lo que se siente o experimenta: estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento, enfermedad».En consecuencia, uno puede sentir tristeza ante la destrucción de un hermoso paisaje kárstico, la "muerte" de un río o la voladura de una montaña, pero en ningún caso se puede sentir empatía por ellos. El hecho de estampar violentamente un libro contra la pared no implica (aparte de las consideraciones sobre la propiedad del libro) un acto de naturaleza ética, cosa que no se puede decir si lo estampado es un hamster...

Tampoco cabe mostrar tal sentimiento empático hacia seres vivos carentes de capacidad de experimentar dolor o sufrimiento; un árbol talado no nos lleva a sufrir con/por él, puesto que la evolución no le ha dotado de tales sensaciones. De hecho sería absurdo que así fuera, dado que el dolor no deja de ser un mecanismo que la evolución ha proporcionado a los animales para advertir a nuestro organismo de un peligro dado. En este caso sí se puede decir que la naturaleza es sabia, al no dotar de un sistema nervioso a un tipo de ser vivo (el reino vegetal) que nunca podría beneficiarse de él.

Ahora bien, conviene preguntarse por qué podemos llegar a mostrar tanta sensibilidad hacia un tipo de criaturas, y nada en absoluto hacia otras. Es obvio que también en esto hemos sido diseñados para sentir un mayor grado de com-pasión hacia quienes nos son evolutiva o funcionalmente más próximas. Sencillamente, nos sentimos particularmente reflejados en quienes más se nos parecen, de tal manera que podemos percibir su padecimiento como propio. Pero a medida que las diferencias entre los individuos se van acrecentando, nos vemos progresivamente menos identificados con ellos, por mucho que asumamos que su capacidad para sentir emociones y sensaciones no dependa de las diferencias morfológicas existentes .En el llamado círculo moral, ya mencionado por Charles Darwin, cada uno de nosotros manejamos numerosas variables, que nos predisponen para orientar nuestros sentimientos altruistas de una manera más o menos mecánica. Así, la pérdida de vidas en un accidente próximo nos produce un impacto mucho mayor que otra exactamente igual que haya tenido lugar a 3000 kms de distancia, por más que en ambos casos las víctimas nos sean completamente desconocidas. Los factores familiares, de amistad, raciales, culturales , de especie, etc son decisivos para establecer una gradación en nuestros sentimientos de empatía. Y es completamente lógico que sea así; de lo contrario, si no dispusiéramos de un mecanismo de discriminación, si percibiéramos todo el dolor ajeno de igual manera, no podríamos vivir. Como el dolor y el sufrimiento forman parte omnipresente de la vida, quedaríamos presos de una perpetua e insoportable angustia. De modo que es natural y aconsejable modular nuestros sentimientos hacia los demás. Gracias a ello, podemos acudir despreocupadamente a un concierto el mismo día que se ha producido un devastador terremoto a 5000 kms de donde vivimos.

Lo que más llama la atención no es por tanto nuestro sistema de gradación de la empatía, sino el proceso por el cual uno puede ocluir completamente todo tipo de relación emocional con otro individuo o categoría de individuos , hasta el punto de ignorar su pathos mismo. El sujeto queda entonces degradado de su condición, se ve rebajado a la categoría de “cosa” y a partir de ahí todo abuso y brutalidad se abren paso con pasmosa naturalidad. No podemos entender los más infames episodios de la historia (¡y del presente!) sin tener en cuenta este mecanismo de negación del otro: el judío,el tutsi, el negro, el armenio, la mujer, el gitano….el animal de granja. Categorías enteras de seres han sido despojadas de su sensibilidad para así poder ser “procesadas” sin que por ello pese la conciencia. Por lo tanto, el paso previo a toda violencia es dinamitar toda posible relación empática con el otro, y esto es algo que con frecuencia requiere de un intenso y concienzudo proceso de adoctrinamiento, no necesariamente del tipo al que fueron sometidos los miembros de las SS; basta con medios más sibilinos, menos viscerales, pero que por su constancia en el tiempo, la interminable repetición de sus mensajes, su perfecta imbricación en los medios de comunicación y en el sistema educativo, pueden llegar a producir resultados igualmente espectaculares y profundos . De esta manera, la mayoría de la población llega a asumir lo inasumible: que alguien es algo .Objetivo cumplido

Y es que el ámbito de la empatía también está sujeto al proceso dialéctico, es decir, es dinámico, cambia conforme cambian los valores y contenidos éticos de las sociedades. En terminología marxista, los sentimientos de compasión de los humanos quedan englobados en la evolución de la superestructura (mentalidad, valores, ideología…); hoy nos escandalizamos de los abusos cometidos sobre los esclavos negros hace cuatro siglos, y nos resulta aún más inaudito que tales tropelías fueran consideradas completamente naturales y aceptables por parte de la mayoría de la población. Es fácil y cómodo bramar ante los desmanes pretéritos, pero no lo es tanto denunciar las injusticias que se cometen en el mundo actual. Y haberlas, haylas, visibles para quien se tome la molestia de percibirlas, más allá de lo que los valores imperantes estiman correcto. Recuerdo la sentencia de Christoff en la memorable “El show de Truman”: “aceptamos la naturaleza del mundo tal como nos la presentan. Así de sencillo” O sea que quien quiera indagar sobre lo que se esconde detrás de las “verdades oficiales” no tendrá más remedio que adoptar una actitud rebelde, inquisitiva y escéptica, actitud que inevitablemente le supondrá la incomprensión y rechazo de la mayoría acomodaticia (“lanar” que diría Jiménez Losantos) y estar dispuesto a digerir aquello que llegue a desvelar. Y así como es posible que cuando vea NIKE vea explotación infantil, también pudiera ocurrir que llegue a identificar el jamón serrano con la negación de la animalidad a un ser sensible y complejo. Y de este modo, las esclusas de la empatía pueden abrirse hasta donde a cada uno le dicte su conciencia y sentido ético. De alguna manera, uno puede salir malparado: ridiculizado, vilipendiado e incluso excluido de muchos círculos sociales; el “tábano” Sócrates lo pagó incluso con su vida. ¿Qué ganamos, pues? Algo impagable: la íntima sensación de hacer lo correcto.

22 de octubre de 2008

Diógenes, de mudanza


Un Diógenes hedonista, ¿se lo montaría con la turista?
Admítelo, Diógenes: ¿a que eso de vivir en un tonel resulta un tanto incómodo? Ya, entiendo que deseabas exponer la inanidad de tus congéneres por su insaciable apetito de bienes materiales, pero creo que te has pasado al hacer de una barrica (que a saber para qué había sido utilizada antes de reciclarla en chalet...) tu residencia habitual. Y es que una cosa es el cinismo-denuncia, y otra la autoflagelación placericida. Y claro, luego no te extrañe que seas recordado, no como el gran filósofo burlón que fuiste, sino como...¡un guarro! Pues sí, apena comprobar que cada vez que se te nombra, lo sea para designar a quien acumula mierda en su casa de forma compulsivo-patológica, lo cual comprenderás no aporta mucho lustre a tu figura...De modo que te he trasladado a un jardín, fragante, florido y frondoso, de estilo epicúreo, en donde puedan aunarse la crítica despiadada a una sociedad desquiciada con el apacible goce de la vida. No veo por qué ambas posturas hayan de ser antitéticas. Dejemos a otros, fanáticos de todo pelaje, el dudoso privilegio de adoptar posturas masoquistas de renuncia extrema, mientras nosotros trataremos de redimir el noble ejercicio del cinismo del que tan ayuno se muestra la sociedad actual. ¡Bienvenidos al jardín!

Imagen robada de esta web

21 de octubre de 2008

Citas Animalistas


Imagen sacada de este blog. Pincha para acceder
-El hombre es superior a las bestias, no porque las puede hacer sufrir, sino porque es capaz de compadecerlas.Y si tiene piedad de los animales es porque siente vivir en ellos lo que igualmente vive en él
Arthur Schopenhauer

-Entre la crueldad con el ser humano y la brutalidad con los animales no hay más diferencia que la víctima
A. De La martine

-El verdadero examen moral de la humanidad consiste en su actitud ante los animales.Y en este sentido los hombres han sufrido una derrota tan fundamental que todas las demás derrotas vienen de ahí
Milan Kundera

- El hombre ha hecho de la tierra un infierno para los animales
Arthur Schopenhauer

Imagen sacada de Animalia socialista


-En su comportamiento hacia los animales, todos los humanos son nazis (Isaac bashevis Singer)

-La no violencia conduce a la ética más elevada, lo cual es la meta de toda evolución.Hasta que no dejemos de lastimar a otros seres vivos, seguiremos siendo salvajes (Thomas A. Edison)

-Si cualquier niño se diera cuenta de lo que pasa en una granja industrial, nunca más volvería a tocar la carne.Me conmovió tanto la inteligencia, el sentido de la diversión, y la libertad de los animales con los que trabajé en Babe, que al final de la película me había hecho vegetariano (James Cromwell, actor en "Babe, el cerdito valiente")

- Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizarlo en su relación con la Naturaleza y los animales (Victor Hugo)

- Quizás la especie humana no sea más que un espantoso error biológico que se ha desarrollado hasta traspasar un punto en el cual ya no puede prosperar en armonía consigo misma ni con el mundo que la rodea (Richard Leakey)