27 de septiembre de 2009

Los mugidos del silencio


En ocasiones me pregunto si merece la pena seguir enterandome del dolor y sufrimiento que no me rodea, que no escucho, que no observo, pero que indudablemente existe. Pienso si en lugar de sumergirme en toda la mugre que desprende esta civilización brutal y sanguinaria pero cuidadosamente lavada y de aspecto lustroso, no debería mirar a otro lado y, simplemente optar por desapegarme de todo ello. Al fin y al cabo, esto es lo que hace la gente, actuar como si no existiera un apestoso cenagal de injusticias y atropellos más allá de nuestras narices, o, peor aún, hacer como si nada nos vinculara a él. Y a uno le tienta eso de no darse por enterado, pues al leer sobre el horror uno lo interioriza y el sufrimiento acaba por impregnarle a uno, por ósmosis, y se corre el peligro de dejarse arrastrar por la desesperación, por el hastío vital, por el lóbrego tunel de la misantropía. Dan ganas, pues, de dar un portazo al desván de los horrores y sumarse al mundo de yupi, al disneyworld infantilizado de Nunca Jamás donde nada abyecto tiene lugar. No parece tan complicado: en lugar de digerir amargos documentales de denuncia, puedo disfrutar con "Shrek" o con comedias del tipo "American Pie" y en lugar de retorcerme con la lectura de "Eternal Treblinka" o "Ecocidio", puedo pasármelo pipa con "El señor de los anillos", ¡escapismo a tope! Bueno,también se puede ir infinitamente más lejos y hacerse fan icondicional de er Betis o dedicarse a seguir la pista de las andanzas de Belén Esteban o de Pipi Estrada...Y es que disponemos de un amplísima gama de divertimentos de diferentes grados de alienación. En fin, que es cierto que si el conocimiento de la realidad conduce a la amargura, uno tiene la opción de huir de esa realidad y convertirse en un ignorante feliz. Claro que sospecho que entonces me atormentaría el "prefiero ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho" ¡vaya, entonces resulta que mejor ser un amargado informado que un risueño escapista! Será que quien sale de Matrix no está dispuesto a volver a él, por muy desagradable que sea la estancia en el "nabucodonosor" y placentera la vida en la caverna. A amargarse, pues.
Todo esto viene a cuento por mi reciente lectura de un capítulo del libro "Thanking the Monkey", en el que se relatan las desventuras de todo ternero que haya tenido la inmensa desgracia de nacer de una madre procedente de una planta de produción láctea. Y , sí,he padecido intensamente al ponerme en el lugar del recién nacido, al que a los pocos días de vida le apartan de su madre, a la que no volverá a ver jamás, y lo condenan a una miserable existencia de aislamiento, angustia e inmovilidad dentro de un minúsculo cajón -los infames veal crates-. Me cuesta figurarme un acto más vil y despreciable que esto, todo un símbolo del absoluto desprecio (en su sentido original:quitar valor)que los humanos tienen de la vida animal. Pasarán los días, y las semanas, en las que la desgraciada criatura, desesperada por su completa inmovilización, angustiada por su extremo confinamiento, privada de su leche materna, recibirá un sucedáneo lácteo ausente de hierro (para que su carne tenga un aspecto claro y sonrosado, tan apreciado por los sibaríticos consumidores), lo que acrecentará si cabe su tormento. Y así, tras unas catorce semanas de suplicio, el pobre animal habrá de encontrar su liberación en el matadero.
¿Extraña que maldiga a una civilización que es capaz de asumir tales prácticas como un hecho normal?
Los nazis no solían detestar a sus víctimas; simplemente concedían un valor nulo a sus vidas. De igual manera, la presente sociedad nazi tampoco odia a sus miles de millones de esclavos animales sino que ha llegado al extremo de considerarlos como meros objetos de mercado.Cuando la lógica (?) industrializadora se aplicó al ámbito ganadero, el criterio preeminente fue la eficiencia en la producción, con lo que los animales fueron "producidos" y criados de una manera mecanizada, sin tener la menor consideración por sus intereses vitales más básicos. Así se explica la concentración del mayor número de animales en el menor espacio posible, los sistemas modernos de cebado intensivo, la administración sistemática de antibióticos y hormonas, así como las diversas formas de manipulación de los prisioneros para maximizar la producción (castración, amputación de rabos,cuernos, picos, dentadura...todo ello sin anestesia) Y es aquí donde podemos enmarcar la mencionada brutalidad a la que se somete a millones de terneros recién nacidos, en medio del más completo desconocimiento o indiferencia de la ciudadanía, sólo preocupada por disponer de un suministro regular de productos animales baratos.
Me pregunto que ocurriría si alguna gran cadena televisiva emitiera un reportaje sobre la infravida de los terneros...¿Cuál sería la reacción del gran público? Si su respuesta expresara una fracción de la indignación que se me apodera cada vez que pienso sobre ello, el escándalo sería mayúsculo. Claro que, ingénuo de mí, tal emisión nunca tendrá lugar en tanto que los medios de comunicación sean cautivos y cómplices de los intereses económicos que hacen posible esta indignidad.
Por lo menos, espero que por medio de estas líneas podáis imaginar lo que se me pasa por la cabeza cada vez que observo a alguien dar cuenta de un "buen" vaso de leche...una leche manchada de sangre

20 de septiembre de 2009

¡Malditos bastardos!


Aprovecharé el título de la última peli de Tarantino para calificar de "malditos bastardos" a los organizadores del nauseabundo rodeo celebrado recientemente en Madrid. No contentos con las manifestaciones de tortura patrias (la fiesta nacional) tienen que importar barbarie de otras tierras. Porque barbarie es hacer un show del desesperado sufrimiento de un animal inocente al que han estrujado su cuerpo con unas correas alrededor de sus genitales, de ahí sus violentas, enloquecidas contorsiones, que la gente erróneamente atribuye a su condición de animal salvaje.
Las corridas de toros se exportan a Las Vegas, a China, mientras que nos abrimos gustosamente a importar exóticas formas de tormento a los animales; curiosa globalización de la brutalidad humana. En lugar de ahondar en nuestra capacidad de empatía, hay quienes buscan nuevos medios de saciar su sádica sed de violencia. Supongo que la máxima Gandhiana:"la grandeza de una nación y su progreso moral de una nación pueden ser juzgados por el modo en que se trata a sus animales" puede aplicarse a seres humanos individuales. Por eso no dudo en exclamar: ¡malditos bastardos!