30 de enero de 2009

Pobre Michelito


Pobre Michelito, condenado por su entorno familiar a convertirse en asesino a tan tierna edad. Marcado como torero a los diez años de vida, a una edad en la que no se posee una voluntad libre, en la que nuestros gustos, valores, principios no son sino mero reflejo de aquello que nos rodea. Estremece pensar que el hecho de nacer y criarse en un entorno cinegético, taurino....determina decisivamente no sólo a Michelito, sino a todo aquél que tenga la desgracia de encontrarse en su posición; somos primates, y como tales, nuestros primeros años de aprendizaje son indefectiblemente de carácter mimético,al succionar pasivamente los principios de aquéllos que nos son más próximos.No es realista concebir a un vástago de jesulín, de Paquirri, clamando a los diez años por los derechos de los animales, de la misma manera que nos resultaría insólito imaginar a un niño rebelándose enérgicamente contra la dieta impuesta por sus progenitores vegetarianos. Y esto me genera una incómoda sensación de náufrago, víctima irremediable de la caprichosa dirección que tomen los vientos. Cierto es que ya hace bastantes siglos el ilustre Spinoza argumentó de forma brillante que la idea que poseemos de libre albedrío es en realidad ilusoria, y que en la práctica, la mayor parte de nuestro comportamiento está determinado por una compleja red de factores de la mayoría de los cuales no somos siquiera conscientes. Pero Michelito crecerá, llegará a una edad adulta en la que el menos en teoría será capaz de poner en cuestión los valores recibidos y elegir cuáles han de regir su vida. No es probable, pues lo habitual es que esos principios que hemos mamado sigan condicionándonos, pero es necesario reivindicar ese resquicio de libertad que nos haga pasar por un auténtico tamiz crítico el software ético que nos fue inculcado a lo largo de nuestra infancia. Qué deseable sería que en determinado momento de nuestra vida nos detuviéramos a valorar críticamente las normas por las que nos regimos de una manera tan desesperantemente automática. Una vida no examinada no merece la pena ser vivida, escribió Aristóteles. Guardemos, pues todos los improperios que teníamos preparados para ese pobre niño torero, y reservémoslos para cuando tenga que cargar con su adultez. Entonces sí será responsable.

7 de enero de 2009

La magia de los Reyes...




está en el Corte Inglés, of course, ¿dónde si no? Y es que estos son los supremos templos dispensadores de regalos, en donde todo, absolutamente todo puede encontrarse con un leve movimiento de la moderna y prodigiosa varita mágica llamada tarjeta de crédito.¿Que a la dama se le antoja un abriguito de visón? ¡Zas! O el peque se encapricha de un quad? ¡Flash! ¿Cabe mayor sortilegio? Todo deseo se hará realidad , siempre, claro está, que tu billetera esté bien poblada, que si no el encanto se evapora en cuanto unos gorilas te desalojan del lugar con profesional rapidez y discreción. Pues sorry, hay numerus clausus para la magia y sin $$$ no hay paraíso…
No sé, todo esto me transmite una idea un tanto esquizofrénica de los Reyes Magos: por una parte, un hermoso marco donde niños y grandes se dejan atrapar por ese toque mágico, como si Peter Pan nos transportara a un mundo fantástico, idílico, donde todo son dádivas, sonrisas y agradables sorpresas en medio de un acogedor ambiente familiar. Pero por otro, Melchor Gaspar y Baltasar, se despojan de las capas y se enfundan trajes y corbata, se afeitan sus barbas , se rapan sus largos cabellos y se engominan su pelo . Y el oro , incienso y mirra se convierten en la Wii, la fragancia Anaïs de Cacharel y la TV de plasma, por obra y gracia de las mágicas Visa y Mastercard. Y, vaya, con esto a mí por lo menos el hechizo se me aguachina bastante. Menos mal que los pequeños tardarán años en enterarse de la prosaica realidad. Y hay que procurar que así sea, que los nenes babeen embelesados, creyendo que la vida es como un cuento Disney ,que la magia se mantenga a toda costa, que los peques ignoren que los presentes no se prodigan de forma indiscriminada, sino que , como todo en la vida, responden a un pedigrí con reglas bien precisas: unos se llevan la última versión de “La Play” mientras que otros, si tienen suerte, se llevarán los viejos juguetes descartados por aquéllos. Así es la vida,¡ pero que nuestros infantes no se enteren!
Uff, doy gracias a Dios por no creer en Él, ya que de lo contrario mi indignación por la absoluta adulteración de lo que es una celebración cristiana se cuadruplicaría. No hay que ser muy avispado para comprobar la completa fagocitosis de la Navidad por parte de la sociedad de consumo y me resulta extraño que los cristianos no se revuelvan ruidosamente ante tan colosal apropiación. Quizás peque de ingenuo al imaginarme una celebración cristiana envuelta en la austeridad y solemne silencio ante el nacimiento de un niño Hijo de Dios que años después llegaría a afirmar gravemente y sin ambages que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de Dios; a cuántas gargantas se les atragantaría el hueso del pavo si se les recordaran estas incómodas palabras en medio del banquete…Pero, ¡no!, ¡Shhh! No conviene transmitir este tipo de mensajes, que lo que hay que conseguir es armonizar la magia transmitida por la iconografía cristiana con la fría lógica monetarista impuesta por esta sociedad capitalista. Y poco a poco, de una manera gradual pero implacable, a base de periódicas avalanchas de juguetes, los niños irán convirtiéndose en mini consumidores adictos, en realidad en buenos ciudadanos, ya que así entrarán de lleno en la lógica capitalista de producir y consumir sin descanso. Vemos, pues el importante empujón que suponen los Reyes para ir formando hábitos mecánicos de consumo sin fin. Buen trabajo, Dioses del marketing por crear usos y costumbres en los ciudadanos de los que no se despojarán en toda su vida. Al fin y al cabo, en esto consiste la verdadera magia, la magia del capitalismo que nos sume en la eterna noria de la insatisfacción perpetua.
Santo, Santo, Santo es el Señor Corte Inglés,
Dios del universo capitalista.
Llenos están todas sus secciones de ávidos clientes
Hosanna en la Tierra (pobre tierra)

3 de enero de 2009

EL PRECIO DEL PLACER




Un año más, los alaridos y súplicas de los muchos animales que pueblan los platos de los festejos navideños Han quedado ahogados por el jolgorio de los comensales, acallados por los ruidosos deseos de paz y amor para todos ¿todos, realmente? El cerdito recién nacido (llamado cochinillo), el cordero lechal, el pato de cuyo hígado reventado extrajeron el foie, el ternero….todos ellos son testigos mudos de las estentóreas celebraciones de los humanos en unas fechas de pretendida bonhomía y fraternidad universal. Curioso.
Uno, en su infinita ingenuidad, sueña con que en algún momento del ágape, algún celebrante albergue un fugaz pensamiento hacia el trozo de carne que yace ante sí , y piense en esas vidas truncadas, arrebatadas por el fútil propósito de dar lustre y postín a las cenas navideñas y proporcionar placer a sus comensales. Me gustaría imaginarme que ese humano, en su arrobo de lucidez, decidiera contrapesar el pasajero deleite derivado de saborear las tiernas carnes del animal sacrificado frente a la vida de ese animal. Me pregunto qué resultado obtendría de tal pesaje. ¿De verdad vale la pena ese momentáneo placer de las papilas gustativas a expensas de la vida de un animal sensible? Supongo que la vida de un cerdo o de una oveja puede parecer simple y pobre a ojos de un humano -¡ay, la megalomanía humana de la que hablaba Freud!-, pero nadie puede negarles todo un universo de sensaciones, de sentimientos, de complejas interacciones con otros seres…Lamentablemente, el antropocentrismo que se nos ha ido incrustando a lo largo de los siglos nos ha conducido al radical desprecio y devaluación de toda vida que no sea humana hasta el punto de considerar a los animales como…cosas, meros instrumentos a nuestra disposición y antojo. Pues maldita sea una civilización que es capaz de llegar a tal espuria bajeza, que ha llegado a ignorar completamente el mudo llanto de tantos millones de víctimas condenadas a una no-vida. Es de esperar que cada vez más personas sensibles y con cierta capacidad de pensamiento independiente tengan el coraje ético de desmarcarse de la cosificación animal que dicta toda cultura capaz de primar el placer culinario sobre el innecesario padecimiento y muerte de incontables seres sensibles e inocentes .