26 de noviembre de 2008
pieles rojas
Foca, armiño, visón, astracán, zorro…¿Qué sugieren? Por lo visto, tan sólo cálidos abrigos, para las muchas señoras que los lucen, creyendo así mostrar clase, glamour y distinción. Es evidente que tales damas se muestran incapaces de ponerse en la piel de quienes fueron los portadores naturales de tan suaves texturas. ¿Que los bebés foca fueron brutalmente apaleados allá en las lejanas tierras canadienses? Bah, no son más que bichos. ¿Qué los visones son condenados a vivir una enloquecida existencia en tristes y angostas jaulas a la espera de su desolladura? Qué más da; no son sino medios válidos para el gran fin: el lucimiento y ostentación de la señora en la chic velada de Isabel.
Porque lo que de verdad no podrán aducir los pro-peleteros es la necesidad. Hoy en día el frío se combate perfectamente con una variada gama de materiales artificiales que, aunque quizás menos glamorosos, cubren de sobra todas nuestras necesidades térmicas. Desgraciadamente no habíamos contado con la inane vanidad de ciertas mujeres insensibles, que nutren y alientan la pervivencia del siniestro negocio peletero.
Me sumo al grito de quienes claman : “mejor desnudos que con pieles” Su desnudez se me antoja infinitamente más noble y ética que las estéticas vestiduras provenientes de las pieles…pieles rojas
imagen obtenida de www.furisdead.com
21 de noviembre de 2008
solidaridad cosmética
¡LLega la Navidad! Y, como siempre, toca sacar a relucir los buenos sentimientos, hacer gala de una desbordante filantropía. Y así, florecen decenas de iniciativas humanitarias: boli solidario, cenas solidarias,maratones solidarios, juguetes solidarios, partidos de fútbol solidarios (promocionados por los mismos que luego se forran publicitando a Nike, Adidas...las multinacionales que explotan a los niños y no niños del 3er Mundo), subastas solidarias, sorteos solidarios... En fin, que la sociedad se esfuerza en lavarse la cara y hacernos creer que, vale, somos los afortunados, pero que nos preocupa (¿Sólo en Navidad?) la suerte de los carentes de ella.Una verdadera lástima que no tengan lugar llamamientos a un "Modo de vida solidario", que de verdad pondrían las bases para acabar con la injusticia. Esas iniciativas nos transmitirían la idea de que no es de recibo proclamar la hermandad universal al mismo tiempo que uno lleva un ritmo de vida hiperconsumista, que no es compatible la pomposa (y hortera)verborrea navideña con el sostenimiento de un sistema económico que somete y asfixia a los más débiles, que nuestra ignorancia como consumidores perpetúa la miseria de millones de productores esclavos de las grandes multinacionales a las que nutrimos con nuestras compras diarias.
Si alguien quiere ayudar de verdad a que las cosas cambien, que se atreva a cambiar sus hábitos de consumo, que se preocupe por averiguar de dónde proceden esos productos asombrosamente baratos que llenan nuestros supermercados y así, tirando de la madeja podrá enterarse de quiénes pierden ante esta baratura de los productos:los productores, rehenes económicos de monstruos financieros que a cambio de calderilla controlan su producción según sus propios intereses. Esos mismos productores de café, de cacao, de azúcar, sometidos a los dictados del mercado occidental, serán cada Navidad los receptores de nuestras limosnas. Se podrán construir "X" hospitales, pozos de agua y escuelas, pero lo que ningún bolígrafo solidario podrá conseguir es que la situación de fondo se altere lo más mínimo:los poderosos seguirán rapiñando de los indefensos pero eso sí, con la conciencia bien tranquila, gracias a las benditas campañas de solidaridad!
16 de noviembre de 2008
¡Nosotros alimentamos al mundo!
Ya, pero a nosotros eso nos importa un cojón. Al menos eso cabe deducir del fugaz paso de la peli por las carteleras. Hoy iba a ir a verla pero, ingénuo de mí, no he reparado en que la peli ya venía con fecha de caducidad: una semana, y ya me imagino que el panorama en la sala de proyección sería tan desolador como cuando fui a ver la memorable "La pesadilla de Darwin" : yo y la pantalla. Y qué otra cosa se podía esperar, de una peli donde no hay efectos especiales, ni tiros,ni persecuciones y, peor aún :los malos somos nosotros, ¡qué desfachatez, que venga un Pepito Grillo austríaco a erigirse en dedo acusador!Pues nada, que el público pasa de historias desagradables y prefiere emocionarse con una niña y un zorrito, salpicarse de la sangre derramada por las víctimas de la Camorra, temblar con asesinos en serie....pero verdades incómodas no, porfa, que eso de contemplar negritos con tripas hinchadas y que encima te digan que tú tienes la culpa no mola.
O sea que, vale, vosotros alimentáis al mundo, pero quedáos bien calladitos, que si no estropeáis las galas benéficas de la Igartiburu y la Gente Guapa no puede fardar de solidaria. Total, que a seguir pobres y productores baratitos,pero sumisos. Después de todo, vosotros, los mansos, heredaréis el cielo, ¿no? ¡Pues todos contentos!
13 de noviembre de 2008
Corazón de leopardo
Lo acabo de ver, en el documental de TVE2 (¡sí, el de la siesta!). Una leopardo atrapa y mata a un babuino, y cuando lo empieza a arrastrar al árbol para cenárselo se da cuenta de que una minúscula figura pende del cadáver: un bebé babuino de uno o dos días. El felino observa atentamente esa bolita llena de ojos, se queda confuso, no sabe qué hacer, hasta que lo introduce con suma delicadeza en las mismas fauces que acabaron con su madre y lo lleva a la seguridad del árbol, donde no escatimará atenciones, lametones y mimos para su minúsculo amigo. Y cuando, ya al asomar la noche, se han acurrucado juntos, eso ya ha sido demasiado para mis diques emocionales y mis ojos han roto aguas –sin vergüenza alguna, que hay quienes diluvian con “Gran hermano” o con “Corazón, corazón”…-
Me pregunto qué tipo de reaccion suscitarán tales escenas en quienes todavía se empeñan en concebir a los animales no humanos como meras máquinas biológicas. Igual creen que hechos como el descrito constituyen rarezas , excepciones de lo que es una naturaleza desprovista de sentimientos y que emociones como la ternura y la compasión `pertenecen de forma exclusiva a nuestra ínclita especie. Probablemente tacharán de antropomorfistas a los que vemos tristeza, sufrimiento, angustia, alegría, amistad, más allá de la especie humana y no podrán aceptar que las diferencias existentes entre nosotros y el resto de especies no son de esencia sino de grado. Quizás se escandalicen ante esto, como lo hizo la esposa del obispo Wilberforce cuando leyó los revolucionarios hallazgos de Darwin y exclamó: “¿Que descendemos del mono? ¡Cielos, esperemos que lo que dice el Sr Darwin no sea cierto, pero si lo es, recemos para que no se sepa!”
9 de noviembre de 2008
misantropía
Esto de ir de cínico tiene su lado fastidioso, no creas. Aunque dé la impresión de que mantener una postura de burlesco desdén hacia los convencionalismos y costumbres mayoritarias sea guay y de lo más entretenido, esto tiene sus inconvenientes. Lo malo es que parece que uno va permanentemente a la contra como una diversión, como una estrategia preestablecida, y no es así (en mi caso, al menos) Qué se le va a hacer si uno defiende unas ideas políticas, económicas , éticas, filosóficas ¡incluso deportivas!-declararse antirrealista en San Sebastián roza el anatema…- opuestas a las del populacho. Y, claro, eso de ser tan poco correcto hace de uno poco menos que un minienemigo público, el aguafiestas de todos los saraos…
¿Es el cínico un misántropo? ¿Piensa que el homo sapiens es una especie despreciable? Glub, uno queda fatal si responde afirmativamente; ¡escarnio e infamia para quien denigre a su propia condición! El mínimo corporativismo exigible es a un nivel de especie, una especie de cosa nostra biológica que nos cemente y permita una básica distinción entre el “nosotros “ y el “los otros” , Después de todo, así hemos sido cincelados por la evolución, ¿no? Pues no, va el cínico y escalda sin piedad a los suyos ; nada en la condición humana parece escapar a sus vitriólicas puyas. Perverso.
De todas maneras, siendo justos, hay que preguntarse sinceramente hasta qué punto somos los humanos merecedores de tales embistes misantrópicos. ¿Cabe la autocrítica como especie? En teoría nada podemos achacar a nuestra naturaleza, a lo que nos viene dado (la Physis) , -¿es un escorpión culpable de picar?-, pero es que en nuestra especie hay que sumar el “nomos” , todo lo derivado de nuestro albedrío, característica ésta exclusivamente humana y que sí puede- y debe- ser objeto de valoración y , dado el caso, de censura. Pero, claro, ahora se presenta la ardua labor de distinguir lo que es ínsito a nuestra naturaleza de lo que nos ha sido adherido en forma de usos, costumbres, y acervo cultural que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra andadura como especie racional. Y así, antropólogos, biólogos y filósofos se afanan en desentrañar nuestro ser natural, y tratan de dilucidar si, por ejemplo somos monógamos, violentos, carnívoros…por natura o por cultura. Peliaguda labor , pero es de esperar que los avances en la descodificación de nuestro genoma arrojarán bastante luz sobre esta cuestión.
Por otra parte, es que ni siquiera podemos refugiarnos en nuestras inclinaciones naturales para justificar nuestras acciones; tal es el pseudoargumento de la tan manida falacia naturalista, que confunde descripción con justificación; es posible que seamos una especie violenta por naturaleza, pero dado que una de las capacidades más sublimes y extraordinarias del ser humano es su plasticidad, su indeterminación, su capacidad de modificar sus tendencias innatas, nos es posible, y en muchos casos, imperativo, corregirlas. En pocas palabras, el “nomos” puede rectificar a la “physis”, algo que nos hace únicos, a diferencia del pobre escorpión, absoluto rehén de su genoma.
Así, el misántropo se frota las manos: Lo que para el resto del mundo animal es ley, en nosotros se torna criticable. Es la fatalidad de la libertad de la que hablaba Sartre…
Y es esto mismo lo que considero más censurable: pese a que la potencialidad correctiva humana es infinita, la realidad se revela frustrante: el individuo renuncia a su autarquía y se disuelve en la tribu, un útero confortable en donde se siente aceptado y querido. ¿Dónde queda esa necesidad de autorevisión , de autoexamen que para Aristóteles constituía una cualidad irrenunciable en el ser humano? El triunfo del hombre-masa descrito por Ortega se constata cuando el científico, el intelectual, el filósofo en suma, es tildado de “plomo”, cuando la actividad reflexiva despierta sopor y una insoportable pereza. Parece como si el homo sapiens quisiera apostatar de su sapiens , de su cualidad más noble y definitoria, en favor de un homo ludens escasamente reflexivo, pero intensamente entretenido. Asistimos perplejos a una sociedad infantilizada, en la que el pasatiempo huero sustituye a la inteligencia creadora; se impone el cine baboso, la televisión zafia, el turismo masificado y hortera; incluso en la política, ya dirigida más a fascinar que a comunicar ideas, prima el continente sobre el contenido.
Y lo peor es que es la misma gente mema y palurda la que más demanda y exige unos derechos y privilegios de los que apenas se ha hecho merecedora. En la sociedad del lujo y de la abundancia, no abundan las expresiones de gratitud ni reconocimiento hacia quienes la hicieron posible. En palabras de Cyril Joad: “La civilización occidental moderna es el resultado de ofrecer los frutos de unas decenas de hombres geniales a una población que se encuentra al nivel de los salvajes en el nivel emocional y al nivel de los niños de escuela en el ámbito cultural”
Mientras los bufones son elevados a los altares, los científicos, médicos, filósofos son ignorados, víctimas de un sistema de valores puesto del revés. La risa bobalicona, las emociones primarias noquean al intelecto y a la ética. En el templo Zen Ryoanji en Kyoto leí la siguiente inscripción: “Aprendo para estar satisfecho. Quien aprende para estar satisfecho es espiritualmente rico, mientras que quien no aprende para estar satisfecho es espiritualmente pobre por muy rico que sea en lo material” ¿Aprender por puro placer? Esto debe parecer absurdo en una sociedad en la cual todo triunfo ha de ser de naturaleza material, en la que aprender filosofía, la disciplina improductiva por excelencia, es considerado una lamentable pérdida de tiempo.
Está claro que al expresar esta antipatía, desconfianza, decepción –reconozcamos que eso de “misantropía” queda demasiado fuerte- por el ser humano se comete un pecado de generalización; mientras que uno puede decir que le asquean las cucarachas, no es justo categorizar de igual manera a los humanos, pues su asombrosa variabilidad hace poco aconsejable emplear ciertos adjetivos calificativos sobre ellos de una manera globalizadora .
En consecuencia, cuando me pregunto por el valor del ser humano ,lejos de tópicos etéreos como “la intrínseca dignidad del hombre” o “la especie elegida” , más allá de toda generalización esencialista sacralizadora o demonizadora, tengo que afirmar que valoro a cada persona en función de lo que haga con su vida; es la indefinición propia de nuestra especie la que nos eleva hasta la excelencia o nos precipita por la más profunda fosa moral. Recordemos la admirable reflexión de Pio Baroja (¡un misántropo!) “El hombre: un milímetro por encima del mono, cuando no un centímetro por debajo del cerdo” Por esto mismo no me cuadran esas pomposas afirmaciones sobre la superioridad (¿moral?) del hombre sobre el resto del mundo animal . Puede sonar extraño, pero si tengo que elegir entre un castor o Pol Pot, me quedo sin dudarlo con aquél.
Pero no, no me resisto a pecar; generalizaré, porque a pesar de lo expuesto, es posible hacerlo; ya que, si un profesor puede emitir un juicio sobre una clase en su conjunto (¡Vagos! ¡Problemáticos!), aunque no todos los alumnos queden retratados por tal juicio, también se puede criticar al conjunto de la humanidad, por más que algunos de sus integrantes no encajen en ella. Y se me ocurren muchos motivos para la autoflagelación
- Deploro que, en aras de un confort presente, la humanidad esté dispuesta a comprometer seriamente la vida de las generaciones futuras
- Me espanta que una minoría acomodada succione la riqueza de una mayoría, condenándola a la miseria, sin que se sienta culpable de ello
- Condeno que la especie humana, en virtud de una presunta superioridad ontológica, explote sin necesidad a otras especies hasta convertirlas en objetos de consumo
- Me decepciona que muchos humanos busquen su felicidad por medio de la obsesiva acumulación de bienes materiales, lo que hace que esto pase a convertirse en un fin, con lo que al final pierden la felicidad.
- Me estremece la capacidad de nuestra especie para erigir ídolos metafísicos (Dioses, patrias, tribus),todo tipo de entelequias que nos esclavizan, nos enfrentan y nos impiden disfrutar de la vida
- Me horroriza que no seamos capaces de encontrar –peor aún, ni de buscar- un sistema económico alternativo al presente, que considera nuestra casa, La Tierra, como un mercado, convirtiéndola así en objeto de sistemático saqueo
Y una crítica de conjunto, fuente de todos los males reseñados: mientras cada ser humano no emprenda la tarea de tomarse en serio su individualidad, mientras no entienda que una persona humana es un proceso de permanente construcción, mientras no riegue regularmente sus fundamentos éticos, no podré ser optimista, y seguiré sosteniendo la idea de que el ser humano es la especie truncada , cuya suprema idiocia consiste en no haber sido capaz de aprovechar el valioso don otorgado por la evolución: la inteligencia, al convertirlo en instrumento de destrucción, de sí mismo y de su entorno.
Se me acusará de resaltar los defectos y olvidar las virtudes. ¿Acaso el misántropo torticero obvia el hecho de que el arte, la literatura, la poesía, la ética también son nuestro patrimonio? Ya, ya, pero todo depende de cuánto pesa en la balanza cada elemento descrito, el yin creador frente al yan cainita; cada cual realice su propio pesaje, que en el mío salimos bastante malparados…Y no es que esto me lleve a subir a una azotea con un rifle para liquidar a todo quisqui, ni siquiera a abogar por la extinción voluntaria, sino simplemente a albergar un fuerte escepticismo y desencanto por la especie humana en su conjunto.
Eso sí, me niego a que se me acuse de profesar una misantropía apriorística; mi ojeriza a….nosotros (¡?) no obedece a una pose, a un mero prejuicio; me he esforzado en argumentar precisamente lo contrario, que baso mi pesimismo en razonamientos concretos . Misántropo ,sí, ¡pero por moda no!
2 de noviembre de 2008
Epulón, en recesión
Un nuevo azote se cierne sobre el castillo del Príncipe Próspero. Esta anunciada pestilencia, llamada recesión, amenaza con trastocar el lujoso estilo de vida de sus atribulados residentes; algunos temen verse privados de la última versión del iPod o del móvil ; hay quienes habrán de moderar los dispendios de la cuchipanda sabatina. Y a muchos, ¡ay! No les alcanzará para hacerse con un muy necesario segundo Audi. El orondo Epulón se aprieta el cinturón, sufre, tiembla ante su maldita crisis. Poco le importa que , más allá del castillo, convenientemente apartados de su vista, infinidad de Lázaros languidezcan desde hace décadas, estrangulados por las apreturas de un cinturón que nunca afloja. En Lazarolandia, no se habla de crisis, sino de inanición, de desnutrición, de un perpetuo saqueo activado por los múltiples mecanismos puestos en marcha por Epulón, la descomunal sanguijuela.
O sea que nada, Epulón, a preocuparse por lo suyo, faltaría más. Y lo que verdaderamente debe aterrar al Príncipe Próspero es que detrás de la máscara de la crisis se oculte algo mucho más siniestro y devastador: una Peste aniquiladora del capitalismo, un sistema montado sobre la absurda utopía del eterno crecimiento económico en un mundo finito y con signos de agotamiento, cebado por una desbocada noria de producción y consumo, y sostenido por la bien disimulada rapiña del débil por parte del fuerte.
Frente a los negros augurios, el Príncipe planifica una estrategia. Hay que salvar el áureo edificio capitalista a toda costa. Y llega incluso a sacarse de la manga rimbombantes conceptos como “refundar el capitalismo” , pretensiones de sutileza política que esconden una intención de dejar todo igual.Fukuyama forever!
Y el dilema de todo Diógenes que habite el castillo estriba en no saber si alegrarse o no de la posible demolición de la fortaleza; por un lado desearía su ruina, por dos razones de peso: por la absoluta iniquidad que supone el permitir – peor aún, contribuir a- la miseria circundante y por defender un modo de producción completamente insostenible.(“quien crea que el desarrollo de la economía puede durar eternamente en un mundo limitado es un loco o un economista” Kenneth Boulding) Pero por otro lado está claro que a este Diógenes reciclado en Epicúreo no le apetece nada verse arrastrado por el lodazal. Tampoco le entusiasma que le cuelguen el fastidioso sambenito de antisistema, ni de apóstol del Apocalipsis. ¿No son acaso los visionarios, los profetas de las catástrofes, el blanco preferido de la befa popular? Así debió ocurrir con quienes advirtieron a sus conciudadanos anasazis, pascuenses o mayas sobre las irreparables consecuencias derivadas de su insostenible modo de vida, y así les fue a esos (y a otros ) pueblos ….La gran diferencia es que entonces a un daño local siguió un desastre local, mientras que al actual daño global (planetario) seguirá …….Ah, ya, el catastrofista, (risas)
Y, consciente de que es más sencillo criticar que construir, este Diógenes tábano e iconoclasta se afana en idear un esquema alternativo , uno que no comprometa la vida sobre la tierra, que asegure una digna calidad de vida y que procure una justicia básica para todos los habitantes del planeta. Casi nada… Parece claro que el capitalismo no cumple ninguno de estos criterios, pero ¿Cuál es la opción? ¿Resucitar a Marx? No parece muy viable, puesto que, mientras que su versión más ortodoxa ya ha recibido atea sepultura, la otra, la “light” ha sido completamente fagocitada por su antiguo enemigo, de modo que los variopintos socialismos actuales hace tiempo que bajaron el puño, inclinaron sumisamente la cerviz y hoy se cuentan entre los más fervorosos adoradores del becerro del libre mercado. Y tampoco olvidemos que el comunismo no deja de ser desarrollista, por más que los medios que posibiliten el desarrollo queden en manos del Estado, por lo que difícilmente puede ser la panacea de los males presentes. Lo cierto es que, más allá de tales “ismos”, el cáncer de este mundo radica en el concepto mismo del crecimiento económico, un crecimiento insaciable que considera a la naturaleza como un mero activo económico,y al planeta como zona de sacrificio . Escribe Alan Durning “hemos saqueado nuestras casas para edificar muros a su alrededor. Lo que nos queda, tristemente, son unos muros impresionantes y una casa empobrecida: un planeta con el aire, el agua y el suelo envenenados, con las granjas deshechas, colinas despojadas y, a cada hora que pasa, menos especies vivas”
He aquí la madre de todas las crisis, y no los temblores bancarios y bursátiles que tanto asustan a Epulón.
O sea que si descartamos al Capitalismo y al Comunismo por su intrínseca sumisión al desarrollismo económico, ¿qué nos queda? ¿Cómo vivir? Habrá que prestar atención a las nuevas corrientes que se van perfilando, lenta, difusamente , pero de una manera imparable. Me refiero a los movimientos antiglobalización , a manifestaciones indigenistas, a nuevos proyectos tendentes a simplificar nuestro modo de vida, a domeñar nuestra insaciable ambición de bienes materiales. Surgen conceptos revolucionarios, como los del crecimiento “0” o los que abogan por el decrecimiento, que implican de hecho un radical, profundo cambio en nuestra manera de entender el mundo y que conducen a la dinamitación del fetiche del crecimiento al que por tanto tiempo hemos venerado. ¿Utópico? Pues lo parece, sí, pero pensándolo bien, lo verdaderamente irreal es creer que el actual sistema pueda mantenerse indefinidamente, o sea que tarde o temprano, por las buenas o por las malas, el cambio se producirá.
No creo que la recesión actual suponga el colapso inmediato del capitalismo, sino que los síntomas se van manifestando gradualmente, en forma de alteraciones del clima, de apretones financieros, de grietas en los muros del Primer Mundo…¿Seremos capaces de interpretarlos? No lo creo. Ni los jerifaltes del Antiguo Régimen, ni los mandatarios de la Roma Imperial, ni los prohombres de la refinada civilización Maya quisieron o supieron poner coto a la carcoma que los habría de destruir, y el tinglado actual es incomparablemente más complejo que éstos. Hacemos oídos sordos a los llamamientos de científicos, biólogos, economistas (algunos), filósofos , súplicas desesperadas para que bajemos el pistón. No hay caso; la camisa de fuerza del desarrollismo nos subyuga, nos paraliza. Nos merecemos lo que haya de sobrevenirnos. Tiembla Epulón, estremécete, Príncipe Próspero. Y maldice tu insensata ceguera.
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