25 de enero de 2010

10 de enero de 2010

la felicidad de El Corte Inglés


En la última campaña televisiva de El Corte Inglés, una voz de mujer exclama con entusiasmo: "¡Qué calidad! ¡Qué precios! ¡Esto es la felicidad!" (Emitido en la ETB)
Hace algunos años, otro anuncio radiofónico presentaba a un grupo de amigos en un bar, en medio de un ambiente relajado,todos con su copita de "Soberano". Y finalizaba con esta perla: "Soberano:para hacernos un poco más amigos"
Los brandys favorecen la amistad, las compras proporcionan la felicidad.... Da un poco de asco, ¿no? Y lo peor no son las campañas en sí, sino que en buena medida tales vinculaciones se van autentificando, tal es la fuerza ideológica de las fuerzas que dirigen el mercado; las empresas crean actitudes y patrones de comportamiento.El ocio se desarrolla en las cada vez más mastodónticas ciudades comerciales. Nos han inculcado la noción de que pasar el tiempo comprando es una actividad placentera.Y nos lo hemos creido

Y si bien este cínico no se cuenta entre los admiradores de Agustín de Hipona, al santo lo que es del santo, el tipo hace muchos siglos, sin duda influido por el estoicismo tan en boga en su época, distinguió claramente entre los bienes de fortuna y los bienes espirituales, y afirmó que la felicidad no puede provenir de la posesión de aquéllos, sino sólo de la captación y asunción de éstos. Claro que mi idea de "bienes espirituales" difiere completamente de la de Agustín (el se refería a Dios, a valores religiosos); en todo caso,compartimos la noción de que la felicidad -suponiendo que sea posible como estado duradero- no es de naturaleza material, sino que proviene de la "calidad" de los pensamientos de cada uno.

Y, lo siento , Zapatero, pero no pienso hacerte caso en tus repetidas, casi agónicas llamadas para incrementar el consumo; como me resisto a mantener viva la hoguera del consumismo, admito ser un mal ciudadano en este importante aspecto, capital para el engranaje en el que nos hallamos. Allá vosotros, los socialistas, en vuestro peculiar matrimonio con El Corte Inglés y con todo aquello que Pablo Iglesias denostaba, que aún hay gente -pocos- que luchan por mantener cierta coherencia vital. Y reitero que más allá de lo que pudiera parecer una postura numantina de resistencia frente a la superficialidad hiperconsumista e incluso más allá del discurso que defiende que el invasivo tumor desarrollista acabará por destruirnos, de verdad que uno sostiene que la felicidad nada tiene que ver con la que nos propone (¿o impone?) El Corte Inglés.

6 de enero de 2010

Adiós a la fragancia


Hoy me pongo a ver la tele y advierto que falta algo...no sé qué es, pero algo ha cambiado....¡Ehhhh! ¿Qué diablos pasó con los anuncios de fragancias? Jo, que ya había empezado a encariñarme con esa interminable cascada de perfumes, eaux de toilette, y fragancias de todo tipo con que la tele nos ha venido martilleando desde hace un mes. Igual sufro de una especie de síndrome de adicción perfume-publicitaria, pero es que me había encariñado con el tipo barbudo de mirada inquietante de Loewe, ya había empezado a SENTIR la fragancia de Rosario Flores, me estaba acostumbrando a ese cacofónico "Carolina Jerrera" ,empezaba a ponerme el besito picantón e impulsivo del Amor Amor de Cacharel, ya casi había logrado traducir los mensajes en francés y en inglés -supongo que eso dará un plus de glamour...- de los perfumes provenientes de Paris o New York, y, lo principal, estaba próximo a desentrañar las aparentemente absurdas imágenes de todos esos anuncios (ay, esa tipa escalando la montaña de bolas rojas...¿qué Freudiano mensaje transmitirá? ¡Dímelo, Nina Ricci!) y justo cuando ya había caido en el saco y estaba a puntito de salir de casa para hacerme con un cargamento de embriagadoras fragancias, ¡zas! desaparecen repentinamente de la pantalla los cantos de sirena, y se rompió el embrujo.

¡Por que, por queeeé han tenido que quitarlos todos de golpe! Ahh... es eso...el día de reyes, los regalos y demás...Acabáramos. O sea que, inocente de mí, no había caido que todo esto era un Corteinglesazo, todo un símbolo de la milagrosa transubstanciación Navideño-comercial: el amor, el cariño, la amistad se hacen materia, se "encarnan" en regalos. El regalo parece haberse convertido en el vehículo necesario e imprescindible de transmisión de afectos, de tal manera que ¿no hay regalito? Pues no sientes nada por mí, y La decepción y sospecha surgen como reacción Pavloviana. Creo que hay que felicitar al conglomerado empresas-medios de comunicación-publicidad por haber creado un mecanismo tan poderoso y bien engrasado, que además se perpetúa en el tiempo con San Valentín, El día del-de la X (póngase de todo: da igual), que todo vale para manifestar los sentimientos por medio de algo tangible. La caldera ha de estar siempre alimentada. The show must go on!

3 de enero de 2010

La ética en la experimentación animal


Hace un rato una apreciada ex-alumna estudiante de filosofía me interpelaba sobre la ética en la experimentación con animales . Le he improvisado unas lineas, y como me el tema me ha parecido interesante, ahí van mis ideas al respecto
Supongo que la clave es establecer si los animales merecen una consideración ética. Si es así, a continuación hay que determinar hasta dónde llegamos en tal consideración.
Está claro que en la experimentación subyace una ideología utilitarista: salvar a X humanos se considera un bien mayor que "sacrificar" X animales
Pero, claro, ¿no se puede hacer este cálculo utilitarista entre humanos? Ej, sacrificar a 3 humanos para salvar a 100.000 humanos?. O por ponerlo en términos menos dramáticos, ¿someter a humanos a experimentos que entrañan cierto peligro en aras de lograr significativos avances médicos?
Pues esto último es considerado (en teoría) inaceptable, pues cuando se habla de cuestiones interhumanas prima el deontologismo de base kantiana: el ser humano en ningún caso ha de ser utilizado como un medio, ni aún cuando con ello se obtengan beneficios para un gran número de personas. De acuerdo con el sabio de Königsberg, el ser humano es siempre un fin en sí mismo,con lo que toda estrategia utilitarista queda firmemente condenada.
Por contra, Kant excluyó a los animales no-humanos de esta máxima deontologista, y por lo tanto consideró que sí es aceptable considerarlos como meros medios al servicio de los propósitos humanos.
Bárbara dice:
por lo tanto, todo depende de si vemos a los animales como puras máquinas sin dolor, sentimientos, tipo Descartes
A lo que respondo:
En teoría el mecanicismo cartesiano debiera estar completamente superado, dados los tremendos avances en fisiología y etiología animal, pero en la práctica no cabe duda de que los animales siguen siendo vistos como recursos
Lamentablemente la sociedad actual se halla aún estancada, embarrancada en ese mecanicismo tan lamentable y equivocado
Y volviendo a la cuestión anterior, cabe preguntarse por qué existe tal disparidad entre el utilitarismo cuando se habla de experimentación animal y el tajante deontologismo cuando se habla de una posible experimentación humana. Pues detrás de todo persiste una visión sacralizada del ser humano, que nos autocoloca en un plano diferente al resto de las especies. Y esto es una construcción artificial de la sociedad radicalmente antropocentrista que nos rodea
Total, yendo al grano, no veo por qué no se pueda mantener una posición deontologista (un NO por principio) en torno a la experimentación animal: es decir, que aunque se avance menos en medicina se considere inaceptable sacrificar a animales inocentes.
Se dirá que esto ralentizaría los progresos en medicina.¿Pensaría de igual manera si fuera un parapléjico a la espera de un remedio salvador?
A lo que se puede replicar que, igualmente, cabe concebir que también se podrían obtener impresionantes avances médicos si se experimentaran determinados fármacos directamente sobre ciertos tipos de seres humanos (condenados a muerte, personas en un estado de coma irreversible ,etc). Es lógico pensar en unos resultados muy superiores si los experimentos se realizan sobre humanos con una fisiología similar que si tienen lugar sobre cobayas o perros, cuyas reacciones ante ciertos tipos de substancias pueden diferir de las nuestras de forma significativa.
Pero esta idea resulta tabú para muchos, de tal manera que el mero hecho de mencionarlo ya desencadena airadas reacciones de repulsa. Pues bien, no veo por qué no pueda sostener un NO igual de taxativo en cuanto a la experimentación animal, independientewmente de los posibles beneficios que pudieran derivarse de su empleo.
Todo se reduce, pues a una cuestión de mentalidad: del mismo modo que no nos damos de cabezazos contra la pared por no disfrutar de los avances que tendrían lugar con la experimentación humana, también es posible mantener una actitud satisfecha que no eche de menos la experimentación sobre animales no humanos. Como ya he comentado, la clave reside en la importancia que atribuyamos a la vida animal